1º.-
"Con pollo" (salchichas,
hamburguesas...). El pollo y el pavo son dos de las carnes más magras, con
menor porcentaje de grasa en su composición. La realidad es que muchos de estos
productos cárnicos llevan como ingrediente principal la carne de cerdo y añaden
pollo o pavo como un ingrediente más, pero no como elemento mayoritario, aunque
en el etiquetado o en el envase se destaque.
2º.-
"Con aceite de oliva". Muchos
productos remarcan en su etiqueta el mensaje "con aceite de oliva" y,
sin embargo, este tipo de aceite es un ingrediente secundario en la composición
de dichos productos, pues la grasa principal es otra (por lo general, aceite de
girasol).
3º.-
"Con trozos de fruta". Algunos
yogures destacan su aporte de fruta con frases del estilo: "contiene
trozos de fruta". Tras leer la lista de ingredientes, la realidad nos dice
que, si bien es cierto, la cantidad de fruta añadida es mínima: oscila entre el
2% y el 11%, lo que se traduce en los casos más abundantes en 14 gramos de
fruta por 100 gramos de producto. Un fresón pesa unos 20 gramos, y 6 gramos un
grano de uva. En conclusión: un yogur con trozos de fruta no sustituye a una
ración diaria de fruta. Esta misma reflexión también se puede aplicar a otros
productos distintos que se acompañan del mensaje "con zumo de fruta",
como las bebidas lácteas con zumo de fruta, entre otros.
4º.-
"Rico en omega-3" o "fuente de omega-3". Algunas
marcas de conservas de bonito, atún o latas de sardinas destacan estos mensajes
en su etiquetado. Conviene saber que este tipo de ácidos grasos
cardiosaludables están presentes de forma natural en todo tipo de pescados
azules, incluidos los que se presentan en conserva. Por tanto, que el envase lo
destaque en su etiqueta no debería ser la razón que determinara la elección del
consumidor en su creencia de escoger, dentro de la gama, un producto más
saludable.
5º.-
"Con soja". A la soja
-en concreto, a ciertos componentes, como las proteínas y las isoflavonas- se
le reconocen efectos saludables y preventivos a nivel orgánico. El consumo de
proteína de soja, en determinada cantidad (unos 25 gramos diarios), se revela
como protector cardiovascular al asociarse con un menor riesgo de sufrir
trastornos cardiacos "siempre que se acompañe de una dieta baja en grasas
saturadas y colesterol". De las isoflavonas, numerosos estudios evidencian
su papel en la reducción de malestares asociados a la menopausia (como los
sofocos), y con una mejora de la estructura ósea. Ante la divulgación de
tales conocimientos, cada vez son más numerosos los productos que incluyen soja
entre sus ingredientes y lo destacan como valor añadido. No obstante, en
ocasiones algunos mensajes llevan a confusión al consumidor, que elige tales
productos con el convencimiento de que son elaborados 100% con soja o que
tienen una cantidad elevada. Un caso llamativo es el de los yogures: hay marcas
que contienen tan solo un 2% de soja. En esta cantidad, el aporte de proteína
de soja o de isoflavonas es insustancial y nada relevante a nivel de salud como
para que esa sea la razón para elegirlos entre otros. Serán por tanto los
aspectos organolépticos (sabor, textura, cremosidad...) los que condicionen la
elección y no tanto el supuesto "valor salud" que sugiere el mensaje
destacado.
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